martes, 26 de mayo de 2009

Tú, mi Superman


Él es el único hombre con el que estado a solas en el pequeño espacio que hace un mes encontré para mí. Él me conoce y me ha visto reír, pero lo más importante es que siempre está allí, cada vez que yo volteo con mis ojos llenitos, él los vacía con la infinita quietud que me regala su sosegada sonrisa.

Era 1999 y un pelucón con cabecita generosa (por no decir cabezón jiji) caminada despreocupado por los pasillos de la Escuela de Comunicaciones de la Universidad de San Martín de Porres. Su nombre es Martín y sus ojos que hablan por si solos son tan redondos y profundos como el cariño que hoy nos concedemos.

Del amigo que nos presentó no tengo mayores recuerdos. Lo que si evoco con total claridad, son cada una de las noches y madrugadas en las que charlamos hasta el hartazgo, hasta que solo el cansancio nos canse. Y de que tanto hablamos?, creo que la pregunta sería de que no hablamos?. Si alguien querría destruirme en 15 segundos podría ser él, que sabe casi todo de mí y eso es enteramente culpa de su fidelidad y su inagotable paciencia al escucharme. Mis secretos, mis vergüenzas, mis íntimas indecencias y mis más escondidos miedos fluyen cuando él está a mi lado.

Todos tenemos amigos especiales. No me refiero a esos “amiguitos cariñosos” que tu podrías llamar a las 3 o 4 de la mañana para que te saquen de apuros o en buen cristiano para que te hagan el favorcito (Juro que no tengo esa costumbre, pero ya a mis 30, debería de empezar a tenerla no? jaja). Estoy hablando de ese pata que llamas con el pensamiento, a ese que interrumpes cuando tiene un control remoto en una mano y en la otra las llaves de una habitación (Discúlpame Martin, no quería importunar tu ingreso a ese lugarcito y menos distraerte en pleno ajetreo corporal), a ese que sin pensar dos veces llamas para pedirle que venga con premura desde el Centro de lima hasta la avenida la Marina en San Miguel, para que te consuele porque acabas de escuchar que ese hombre que tú amabas, tenía dudas de quererte. Tu amorcito acaba de decirte que lo último que quiere es no hacerte daño, que el problema es él y no tú y esas cosas absurdas que dicen algunos cobardes. Esa noche, yo parecía una niña triste y asustada y a mi rescate llegó mi Superman, me miró y por fin pude llorar, le pedí prestado sus brazos que más que fuerte son reales para que me rodeara intensamente y tratara de calmarme. Eso solo lo puedes hacer Tú, mi Superman, mi amigo.

Martín no es como los demás. Su palabra y su sentir no son comunes. Mi Martín es un tipo particular. A pesar de que su orgullo lo empuja a decir que es un fastidio que las mujeres siempre le digan: “Eres lindo y diferente a los demás” en el fondo de su ser, esboza una leve sonrisa cuando alguna de sus “amigas” le repite esa frase auténtica y totalmente justa.

Digamos que Martín siempre sabe algo de lo mucho que uno ignora. A él le gusta la poesía, vibra con la música, con las letras profundas y comprometidas. Alguien le dijo una vez que era un “Atormentado galán” porque no le gusta herir a las mujeres que se cruzan por su camino o que caminan en el cruce de su vida. Y eso es muy cierto.

Una de las tantas veces que él se abrió para mi (Cuidado con ser malpensados! jaja) fue en El Parque Media Luna del distrito de San Miguel, escenario de muchas de nuestras largas conversaciones. Martín estaba triste, el amor de aquella innombrable mujer había herido su corazón, entristeciendo su vida y por lo tanto también la mía. Lo superamos juntos, más juntos que nunca, más juntos que siempre.

Y como todo pasa en la vida. Al cabo de unos meses, el amor delirante de Martin se había esfumado y él volvía a sonreír con esos dientes grandotes y graciosamente alineados. Mi Martín había regresado y yo estaba más agradecida que nunca.

Un día, hace casi tres años, estábamos tomando un café en un local que lo más elegante que tenía, era un mozo simpático y extremadamente servicial (Cambiaba el cenicero cada 10 segundos, sin descuidar el nudo de esa corbata que lucía con total sobriedad). Yo me encontraba sin trabajo y tenía tanta impotencia acumulada. Lloré como una pequeñita (soy tan llorona por dios, ay no! me acordaré de ese día y empezaré a llorar!!!) y él no me engañó con frases trilladas y burdamente motivadoras. Me extendió una servilleta perfectamente doblada y me dijo: No te puedo asegurar que pronto encontrarás el trabajo que anhelas, no puedo precisarte que si sigues esforzándote llegará tu recompensa, lo único que puedo decirte es que sigas buscando, que confíes en ti misma y que cada vez que necesites desahogarte, yo estaré ahí. Ese invierno del 2006 comprobé que Martín nunca me mentiría, así eso significara que yo sufriera.

Él, al igual que yo es un soltero treitón, que a veces me acompaña a soñar con ese ser especial que algún día conoceré y se convertirá en mi hombre Tipo 3. Aceptémoslo mi querido Papita (Así lo llamo de cariño y él a mi. Somos un par de papitas, él al hilo y yo de hamburguesa de carretilla, por lo rica y gordita jaja) somos a veces aunque yo más que tú, románticos e irremediablemente soñadores. Sé que negarás todo lo que digo en este último párrafo, porque te auto describes como un hombre práctico y realista. Lamento comunicarte que tu realismo tiene pinceladas de sueños, sueños que albergas en la profundidad de tus inquietudes, sueños que yo creo conocer y que cuando decidas cumplirlos, sin duda también estaré ahí.

No podría escribir de ti y dejar de nombrar a Doña Nelly, tu madre. Una mujer que yo admiro por lo poco que sé de ella y por lo mucho que descubrí mirándola. Quizás tu madre, te impregnó su esencia mi Papita, así que un salud! por tu mamita y al terminar de leerme, vaya corriendo a comprarle su combinado de ese Chifa que tanto le gusta.

Felizmente, la única virtud (por llamarlo de alguna manera) que perdió este muchachito al pasar de los años, es la frondosa cabellera que lucía. Tenía unos rulos rebeldes como él mismo, ahora sus entradas se pronuncian cual zanjitas bien formadas, pero sé Papita que esa escasez de cabello también la superaremos, así como mi gordura, tus temores, mis miedos, tus caídas, mis vencidas y todo lo demás a lo que la vida nos enfrenta.

¿Qué un hombre y una mujer no pueden ser amigos? Falso. Aunque no puedo negarles que alguna vez, solo alguna vez pasó por nuestras mentes la ligera idea de querernos de otra manera, pero la claridad de la amistad se impuso y ante la comprobación de que no nos “encendemos” (y mira que lo intentamos) como dos perfectos enamorados, claudicamos ante el intento, sonreímos, nos abrazamos y aceptamos que nunca podremos ostentar etiqueta mas especial que la de la amistad.

Tenemos tanto en común que cuando te miro pareces ser el mismo espejo que cobija mi imagen por las mañanas, despeinada, soñolienta y desaliñada. Esa soy yo y a veces, ese eres tú...Claro con un poquitin menos de cabello jaja. Tengo la certeza de que un hombre si puede querer a una mujer con esa necesidad y entrega absoluta con la que se quiere a un amigo. Él y yo, yo y él somos la prueba irrefutable!. Firmaré este post, como firmamos nuestros mensajitos, cuando alguno de los dos tiene triste el corazón.

TQM. Mi Papita.

SuperMartin
En el collage de fotos esta Martin de pequeñito vestido de Superman (Ali, una de las entrañables amigas de Martin se la robó de su álbum familiar)...Aquellas épocas donde era inocente y tenía pelito jajaja. Saben, Martin es el único hombre en mi lista de amigos, mientras que mis amigas especiales son más de dos pero menos de cinco. Siempre he dicho que de lo bueno, poco. Las demás fotitos son de nosotros y un par de south park que hizo Martin...gracias, me copiaste al detalle!.

Amigos de Los Enanitos Verdes
“Pero siempre estarán en mi, esos buenos momentos que pasamos sin saber…No importa donde estas, si vienes o si vas, la vida es un camino, un camino para andar…”